terça-feira, 3 de abril de 2012

ANTONIO VACA DIEZ

Autonomías y posiciones identitarias en la región amazónica de Bolivia1
Wilder Molina A.2
El autor indaga en las relaciones entre el Estado-nación, las identidades y el territorio en una región
caracterizada como periférica y de alta diversidad etnocultural: la Amazonía. Además, brinda elementos para
interpretar esas relaciones con las autonomías territoriales, la construcción de la ciudadanía multicultural, la
democratización del Estado y el desarrollo regional.
Lo estatal boliviano en la región amazónica
En el contexto de la crítica política y académica a la forma Estado y nación en Bolivia, algunos autores
sostienen que no se ha logrado constituir un sentimiento de pertenencia a una comunidad nacional porque el
Estado no ha podido introducir en la subjetividad de sus habitantes, por encima de otras lealtades culturales,
la idea de comunidad nacional. Si esta hipótesis se confirma en sociedades que tuvieron una presencia casi
cotidiana del Estado, se puede esperar una mayor confirmación en territorios que se suponen confinados, que
recibieron una tardía y débil intervención estatal, y que son, al mismo tiempo, realidades socioterritoriales
resultado de la vida republicana, como el caso de Beni y Pando. Ambos departamentos son, como ningún
otro, un producto republicano: nacen después de la creación del Estado boliviano y, por ello, no tuvieron
ninguna representación en el momento de su constitución.
La formación de Beni y Pando, en 1842 y 1938 respectivamente, refleja la geopolítica típica de un Estado en
constitución: crear nuevos límites territoriales, redefinir pertenencias, inventar momentos, lugares y nombres
para borrar las lealtades antiguas, casi siempre dispersas. El Estado boliviano, desde su conformación, busca
territorializar su naciente poder en las porciones geográficas de la antigua administración misional de Moxos y
en lo que después se conoce como Caupolicán y Territorio Nacional de Colonias. La creación de los
departamentos amazónicos forma parte de la lógica de configuración y expansión estatal-nacional, con el
nacimiento de la República de Bolivia. Resultados de la formación republicana, los héroes y símbolos que se
reconocen como valores en la educación cívica de sus habitantes son también de origen republicano. El
nombre “Beni” prioriza la referencia a un río por encima de la de un pueblo o de un espacio ya construido en el
imaginario geográfico de la época: los llanos de Moxos. Y Pando rememora a un presidente andino, cuyas
acciones en la defensa y ocupación estatal del norte, siguen creando polémicas.
Por el protagonismo estatal en el nacimiento de aquellos departamentos, las definiciones sociales de nación
tienen formas de expresión que involucran la adhesión a lo boliviano, el reconocimiento de una pertenencia
nacional y, al mismo tiempo, un sentimiento de olvido que es recurrente y común en diferentes actores, sean
ganaderos, empresarios, indígenas o campesinos. Este sentimiento de olvido es entendido como una frágil
intervención estatal en la construcción de caminos y el desarrollo de servicios sociales frente al que habrían
tenido otros departamentos de Bolivia como Santa Cruz y La Paz.
La “Marcha por el territorio y la dignidad” de 1990, en la que participaron trinitarios, ignacianos, yuracarés y
chimanes de los llanos benianos, expresó colectivamente, en un momento en que no se cuestionaba al
modelo de Estado centralizado, la demanda de participación política, ciudadanía y reconocimiento de los
grupos étnicos como culturas diferentes. Pero, al mismo tiempo, ratificó su adhesión a la comunidad nacional.
De manera novedosa, la marcha involucró elementos de lo que hoy se denomina ciudadanía multicultural. En
sus discursos, los dirigentes étnicos presentaron a su movimiento como un aporte a la democracia, como
propiciador de un nuevo escenario para reivindicar derechos ciudadanos de participación política y de respeto
a las culturas y, al mismo tiempo, sentimientos de pertenencia nacional (Molina, 1997). Durante la
movilización de Trinidad hacia la ciudad de La Paz, los marchistas reiteraron permanentemente el sentimiento
de pertenencia nacional y de defensa de Bolivia, y alertaron que la explotación irracional de los bosques es
negativa para todos los bolivianos y que se puede frenar con el reconocimiento de territorios indígenas en el
Beni (Molina, 1997).
La relación de los diversos actores con lo nacional-estatal durante la construcción de las demandas de
autonomías ha vuelto a dar pruebas de ecuación de olvido y adhesión que se refleja en los actores benianos y
pandinos. Las definiciones sociales de nación y del ser boliviano fluyen como objetos a ser protegidos,
incluyendo la simbología republicana del Estado. Eso explica el rechazo, desde diferentes vertientes sociales,
a los usos de una simbología alternativa, como la wiphala o la hoja de coca en lugar de la actual bandera
nacional. Gran parte de esas creencias sobre lo boliviano fueron remarcadas durante los eventos de
socialización y debate sobre las autonomías que se desarrollaron en las ciudades de Beni y Pando.
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Los actores reivindican la lealtad a una cultura nacional reflejada en la simbología y las fechas cívicas de
origen republicano. Esta posición, por un lado, muestra el éxito de la difusión de la cultura política del Estado
boliviano desde su nacimiento; pero, por otro, da cuenta de un posicionamiento político de coyuntura que
cuestiona el proyecto de la vertiente cultural andina, hoy en el Gobierno nacional. Podemos concluir que los
actores de la región amazónica reconocen la cultura política del Estado-nación como la matriz dentro de la
cual se deben dar y reproducir las diferencias regionales y étnicas que son parte del país.
Hacia la invención de la tradición
La formación de Beni y Pando es un genuino producto de la vida republicana, resultado de acciones para
“nacionalizar” territorios pre estatales. En el nacimiento de los dos departamentos se evidencia un activo papel
del Estado, comenzando por sus nombres, que son los únicos que no provienen de algún acontecimiento
previo a la formación de la República y cuyas capitales no dan nombre a los departamentos. En esta forma
particular de presencia y participación estatal se puede encontrar explicaciones estructurales a la manera de
sentirse parte de Bolivia que manifiestan sus habitantes. Al respecto, la historiadora Pilar Gamarra (2006)
apunta que en el siglo XX la fuerza moral del hombre beniano consiste en poseer una actitud política de
combate por su “patria”. El gran empuje cauchero brasileño en el noroeste se detuvo al chocar con
empresarios y trabajadores siringalistas-soldados. Desde entonces, la idea de Beni se asocia a la del guardián
de la heredad patria y de su futuro promisorio. Cabe destacar que, en ese choque, el Beni confirma su
pertenencia a la comunidad nacional; hasta entonces estaba marginado inclusive de las acciones del
enclaustramiento marítimo, tras la Guerra del Pacífico (Gamarra, 2006).
Dos personajes nacionales, ambos militares paceños y presidentes, que participan y encarnan la construcción
del Estado boliviano y la defensa del territorio estatal son, a la vez, los principales héroes departamentales:
José Ballivián en el Beni y José Manuel Pando en Pando. Al mismo tiempo, Beni y Pando son los únicos
casos donde también se reivindica a héroes indígenas por su participación en las luchas por la independencia
y la defensa del territorio nacional frente a países extranjeros. En los últimas dos décadas, una serie de
investigaciones históricas buscan legitimar a figuras y acontecimientos para probar el aporte de los dos
departamentos a la formación de Bolivia, la conservación del territorio nacional y la defensa de los recursos
naturales. Podemos decir que estas sociedades se encuentran en una etapa activa de “invención de la
tradición”, cada una con diferentes matices y características pero apuntando a consolidar un universo
simbólico que las cohesione en torno a su pertenencia a territorios regionales y en su relación con otros
departamentos y con el Estado.
En el Beni, sobre todo en Trinidad, historiadores, políticos locales y líderes indígenas han puesto énfasis en la
legitimación del indígena trinitario Pedro Ignacio Muiba como un aporte beniano a la independencia y al
nacimiento de Bolivia. Muiba, según fuentes históricas, en 1809 protagonizó un movimiento libertario
(Carvalho, 1983). En los últimos diez años, actores culturales y autoridades prefecturales coinciden en dar
relevancia departamental y nacional a la figura de Muiba e impulsan en el Parlamento una ley para declararlo
héroe nacional e insertar el 11 de noviembre como fecha cívica en el calendario histórico regional. Sin
embargo, recientemente, algunos autores han objetado esta legitimación y, con una mirada crítica, proponen
otra lectura de las motivaciones y fines de ese movimiento y de su relación con las luchas de la
independencia. Este hecho oficialmente ha sido y sigue siendo interpretado de manera favorable a la
sociedad dominante, que busca unificar los intereses y las aspiraciones de dos grupos divergentes en aquel
periodo (carayanas e indígenas), con el objetivo de hacerlo figurar en la historia nacional como un hito de la
independencia de Bolivia (Gutiérrez, 2006).
En Pando ocurre algo parecido con la figura de Bruno Racua, personaje de origen tacana (ixiameño del norte
de La Paz) quien, según interpretaciones históricas, tuvo un papel destacado en la Guerra del Acre contra los
llamados separatistas brasileños. En los últimos años, en la ciudad de Cobija, las entidades departamentales,
encabezadas por la Prefectura de Pando, promocionan su figura como un aporte a la construcción de la
nación boliviana. Muiba y Racua se proyectan como héroes departamentales y nacionales, aunque
emergentes de dos contextos históricos diferentes: Muiba con relación a las acciones de independencia frente
a España y Racua en el momento de consolidación del territorio boliviano y la estatalización del actual norte
amazónico.
En esta etapa de conformación de héroes y símbolos departamentales, los historiadores del Beni todavía
libran una batalla con sus pares de Santa Cruz en torno al lugar del nacimiento del presidente Germán Busch
Becerra y el empresario cauchero Antonio Vaca Díez. Ambos personajes son considerados en los espacios
urbanos de las elites de Trinidad, Guayaramerín y Riberalta como figuras emblemáticas del departamento y
de la región amazónica.
También forma parte de la invención de la tradición la celebración de las fechas cívicas. La mayoría de los
departamentos del país recuerdan actos de heroísmo de las luchas por la independencia ante España. En
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cambio, en Pando y Beni las fechas cívicas más importantes son las de creación de los departamentos, que
recuerdan decisiones políticas que corresponden a la vida republicana.
En el norte amazónico, sin embargo, encontramos diferencias en la asimilación de la cultura política nacional
respecto a las sociedades locales de los llanos de Moxos. Tanto en Pando como en la provincia Vaca Díez la
cultura cívica se funda sobre elementos laicos de origen republicano que al mismo tiempo son recogidos en la
historia oficial del Estado como símbolos o íconos nacionales. En el territorio beniano, que abarca las
provincias con población de origen misional jesuítico (la región de los llanos de Moxos), estos elementos se
combinan y en algunos casos se subordinan a las tradiciones religiosas y étnicas mojeñas que conforman lo
que se denomina la cultura misional.
Cobija, Riberalta y Guayaramerín tienen en común que su origen no es misional, es decir, no son resultado de
las conquistas católicas llevadas a cabo por los jesuitas en el período de expansión de la colonización
española. En cambio, en la formación de Trinidad y otras ciudades articuladas a la capital beniana como San
Ignacio de Moxos o Magdalena, la presencia de valores religiosos es fundamental en la existencia de las
identidades locales. En las sociedades del norte, la ausencia de estos elementos culturales es una
característica notable que puede ayudar a explicar pautas y visiones respecto a cuestiones de interculturalidad
y adhesiones más fuertes a tradiciones y rituales republicanos. En las sociedades del norte amazónico, los
ciudadanos brindan mayor atención a las fiestas nacionales, como el 6 de Agosto o el 23 de Marzo, en cuyas
celebraciones también se refuerzan los lazos locales. Estas celebraciones son centrales porque son núcleos
de articulación social de las sociedades locales, junto a las fechas de fundación oficial de los departamentos y
las ciudades.
Cuando se habla en Guayaramerín y Cobija de las poblaciones brasileras de la frontera, emerge el
sentimiento nacional, el “nosotros bolivianos” con respecto a los brasileros. Esto a pesar de la intensidad de
las relaciones, especialmente en el caso de Cobija con respecto a las ciudades de Brasileia y Epitaciolandia.
En este sentido, una diferencia entre Cobija y Guayaramerín, y que hace a su identidad, está en el uso del
idioma portugués. En Guayaramerín los ciudadanos no utilizan este idioma, en cambio en la ciudad de Cobija
el portugués es parte de la identidad urbana.
Lo amazónico como identidad
Las características actuales de las sociedades de la región amazónica están íntimamente ligadas a su historia
referida al auge de la goma pero también a los procesos más recientes de migración. El norte amazónico, el
área más distante de los sucesivos centros de poder (Chuquisaca primero y luego La Paz), fue la parte del
territorio nacional más tardíamente articulada al Estado boliviano. Su articulación fue producto del boom
mundial del caucho, que dio impulso a la colonización de la región en la segunda mitad del siglo XIX (Calvo,
2003). Esta característica generó un rápido despoblamiento de la población nativa; por ello, la fuerza de
trabajo tuvo que ser traída de distintos puntos de las tierras bajas del país (principalmente del área de
Tumupasa, Apolobamba y el sur de Ixiamas, pero más ampliamente de Moxos, Chiquitos y, en algunos
casos, hasta del Chaco). Este contingente diverso de migrantes pasó a formar parte de las barracas gomeras
en el siglo XIX y principios del XX, luego de las barracas castañeras y, finalmente, en muchos casos, de las
comunidades campesinas de reciente creación. Por ello, en la mayoría de los casos perdió sus
particularidades culturales y pasó a constituir un campesinado nor-amazónico. En consecuencia, sólo una
proporción minoritaria de la población se considera indígena (Calvo, 2003).
Palmiro Soria, Said Zeitum y Juan Carlos Crespo se refieren a la identidad amazónica como un componente
específico y englobante de las sociedades de Riberalta y Guayaramerín. Respecto a los orígenes de la
composición social, Zeitum y Crespo sostienen que es el resultado de la confluencia de la raza nativa regional
con individuos de origen cruceño y andino (Zeitum, 1991), con un componente multicultural notable (Crespo,
2006). Por su parte, el Informe de Desarrollo Humano del Norte (PNUD, 2003) caracteriza a la sociedad
regional como una configuración heterogénea, con una fuerte multiculturalidad de las sociedades que se
plantea como un componente más de la identidad amazónica y, específicamente, pandina.
En Riberalta se realizan, desde hace tres décadas, amplios esfuerzos intelectuales y políticos para darle
sustancia y legitimidad a la identidad amazónica. En esta ciudad, los grados de interpelación (constituir
sujetos y adherirlos a un discurso, en este caso lo amazónico) son mayores que en sociedades como Cobija o
Trinidad. En la capital pandina se reconoce que la propuesta de la identidad amazónica se origina en Riberalta
y, quizás por eso, es asumida con menor entusiasmo.
Los fundamentos de la identidad propuesta desde Riberalta se centran en la cultura productiva extractivista y
su evolución industrial. Los grandes ciclos productivos, particularmente del caucho y de la castaña, serían los
formadores de la identidad amazónica. Se califican como culturas de selva y de agua, elementos que
condicionan una manera de vivir, de ser, de reproducir la vida material y espiritual. Todos los estratos
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sociales, empresarios, agricultores, campesinos, zafreros e indígenas tienen una relación económica cotidiana
con las riquezas naturales del bosque y de los ríos. La identidad amazónica sería, por tanto, una identidad
fundada sobre dinámicas productivas de tipo capitalista. Esto la une pero, al mismo tiempo, marca las
diferencias, ya que en el proceso productivo cada actor que se reivindica amazónico tiene una identidad
clasista productiva, además de una identidad cultural específica (Palmiro Soria, Riberalta, 2006).
La identidad amazónica todavía tiene una insidencia limitada en las sociedades locales de Beni y Pando, es
decir, no está asentada ampliamente en una colectividad o en un actor social como expresión de un “nosotros”
frente a los otros. Es un proyecto que puede llegar a interpelar a todos los que se piensen, en sus lugares,
como parte del territorio amazónico Aunque es difícil que esto ocurra prontamente, sobre todo por la ausencia
de un sistema de actores o de un movimiento social que interpele a toda la Amazonía o porque la extensión
física de lo amazónico es un tema inconcluso, con múltiples versiones. El discurso amazónico ahora se
localiza en Riberalta, donde tiene mayor eficacia y legitimidad, y donde el concepto de región ha sido
apropiado en su entorno, con una localización territorial claramente limitada. Se la postula en relación con un
tipo de naturaleza y una historia frente al Estado; en cambio, las identidades departamentales beniana y
pandina se definen por su relación con la historia de la formación del departamento, por el nacimiento en el
lugar y, en el caso de Trinidad, con una carga fuerte de elementos mojeños religiosos.
En Pando, el “nosotros” se remite a la identidad territorial pandina, porque “cuando se intenta describir o
conocer las adscripciones a los rasgos de la identidad de los amazónicos, se tropieza con que, en primera
instancia, al cobijeño no le agrada que lo coloquen en tal grupo. Se suele pensar que esta denominación es el
discurso de los riberalteños para crear su propio y nuevo departamento” (Rojas, 2005). Otra vez encontramos
en la lectura de la identidad pandina la adhesión a la nacionalidad boliviana: “Al buscar una definición de las
particularidades de los nacidos en Pando, hay que decir que existe un compromiso bien definido de la
bolivianidad. Es común encontrar en los distintos estratos sociales un discurso apuntado a promover lo
pandino, pero también lo boliviano, evitando la lógica del regionalismo” (Rojas, 2005). El énfasis en lo pandino
como eje de la identidad departamental es ratificado en el Informe de Desarrollo Humano (PNUD, 2003).
El alcance de la AmazonÍa
Desde el Estado se ha insistido en la idea de la Amazonía como territorio ecológico, pero esta definición no ha
tenido incidencia en sus habitantes. Se habla de la Amazonía como un territorio ecológico desde fuentes
estatales, agencias de cooperación o actores políticos e intelectuales; pero lo amazónico como identidad no
se puede abordar sino desde la interiorización de los actores sociales, de sus sujetos. Por el momento, esta
idea tiene mayor adhesión y contenido en Riberalta, donde está claro que no se asienta en códigos de la
cultura camba o mojeña. En la ciudad de Guayaramerín es más visible la incidencia de elementos culturales
que corresponden a la historia de Moxos y a las tradiciones de la cultura misional. Este hecho se explica por
la amplia presencia de familias provenientes de ex centros misionales de los llanos de Moxos, tanto de origen
indígena como de la migración interna que ha dado lugar a la conformación de zonas urbanas que mantienen
las tradiciones y la fidelidad al santo patrono de sus localidades de origen.
El debate sobre autonomías no ha producido un consenso respecto a las definiciones técnicas y políticas
sobre la extensión y el alcance geoecológico de la Amazonía, prueba de esto son algunas de las definiciones
que presentamos. Para el Informe de Desarrollo Humano del Norte Amazónico, la Amazonía en Bolivia
constituye una importante región que abarca cerca del 30% de su territorio. Está dividida en tres formaciones
forestales: el bosque amazónico, el bosque húmedo de llanura (la pampa de Mojos) y el bosque húmedo del
Escudo Precámbrico. Comprende los departamentos de Pando y Beni y el norte de los departamentos de La
Paz, Cochabamba y Santa Cruz, abarcando una superficie aproximada de 280.120 Km2 (PNUD, 2003).
Frente a la definición del PNUD que es amplia en extensión, Beekma, Zonta y Keijzer (1996) indican que por
región amazónica se entiende el departamento de Pando y la provincia Vaca Diez del Beni. Estas regiones
pueden considerarse como un conjunto por sus comparables condiciones agroecológicas, historia similar y las
circunstancias socioeconómicas tan estrechamente vinculadas.
En general se insiste en los últimos cinco años en el esquema de un norte amazónico, con lo que
implícitamente se acepta que existe un todo amazónico, con las otras orientaciones correspondientes, donde
estaría el sur amazónico que seria propiamente el Beni. Estudios encargados por cooperaciones europeas
que operan en ciudades de Riberalta y Cobija reconocen que la Amazonía boliviana no tiene una clara
subdivisión interna pero en la práctica se reconoce al extremo norte de Bolivia como la Región Norte
Amazónica de Bolivia, denominada también oficialmente como la Región Castañera de Bolivia. Esta región
abarca cerca del 10% del territorio del país e incluye el departamento de Pando y el norte de los
departamentos de Beni y La Paz (Provincia Vaca Díez e Iturralde, respectivamente).
Ahora, varios autores, sobre todo los que escriben desde alguna localidad de la región amazónica y la
consideran como unidad ecológica, delimitan al norte amazónico por la suma de los departamento de Pando,
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la provincia Vaca Diez, en el departamento del Beni, y una parte de la provincia de Iturralde, en el
departamento de La Paz. (Jong, 2004). Otros autores incorporan a una parte norte del municipio de Ixiamas
(Ruiz, 2004). Se estima que el área cubre entre 85.000 (DHV, 1993) y 104.561 Km2 (PROMAB, 2002), de los
cuales unos 74.000 Km2 se encuentran cubiertos por bosque alto tropical de tierra firme. En este caso, el uso
del concepto región tiene un sentido de área geográfica o ecológica. No hay región amazónica en un sentido
sociológico, pero sí en un sentido ecológico, aunque tampoco se ven acuerdos respecto a las partes que
involucra. Es en general una definición de área ecológicamente homogénea, de allí que el corte cartográfico
corresponde a un territorio no codificado como unidad administrativa.
Nuevos discursos de identidad
Camba
En el contexto de los debates y las movilizaciones para ampliar la adhesión a la propuesta de autonomía,
algunos líderes cívicos, políticos e intelectuales, sobre todo en Trinidad, intentaron darle protagonismo al
denominativo “camba”, como expresión identitaria de corte positivo de la colectividad amplia del Beni y como
identidad transversal que cruzaría las diferencias étnicas y sociales a partir de la homogenización generada
por el territorio y por el nacimiento en la parte oriental del país. En el Beni, sobre todo en Trinidad, Santa Ana
y San Borja, el uso del término fue protagónico en el discurso electoral de algunos candidatos, quienes
trataron de universalizar un sentido positivo a un denominativo que tiene diversos usos y connotaciones. Este
uso fue menos visible en los mensajes de los candidatos en las ciudades de Guayaramerín, Riberalta y menos
aún en el departamento de Pando.
En los últimos dos años, el concepto de camba ha tenido mayor difusión y aceptación en los ámbitos urbanos
de Santa Cruz y Trinidad; pero a medida que se avanza hacia el norte, de Riberalta a Cobija, su aceptación es
menor e incluso se ha llegado a cuestionarla. Por un lado, su sentido negativo, como código de identificación
despectiva hacia los grupos subalternos incide respecto a que éstos y los grupos que se reclaman de
carayanas (mestizos o blancos) se adscriban abiertamente a tal concepto, y por otro, en el norte amazónico,
al ser resultado de una formación diferente frente al sur amazónico, su internalización es menor y parece que
se diluye, dada la composición social muy dinámica en casos de Riberalta y Cobija.
Así se ratifica que el término camba tiene dos usos en la vida de las sociedades locales (Rea (2005; Bogado,
2005). Uno, en ciertos contextos sobre todo de polarización política, por oposición a los pobladores de origen
andino (los collas) y otro como estigma social, como desprecio o devaluación del otro. El camba es el
descendiente o al que se le atribuye ser descendiente de los pueblos nativos y es discriminado con relación al
carayana. Rea (2005) relata que en San Borja se le dice “cunumi” al camba de menor rango social, al que
vive en el campo o al muchacho de los mandados u oficios más bajos del pueblo. En esta escala de
identificaciones negativas, los chimanes, que habitan en el ámbito rural de ese municipio, ocupan un peldaño
todavía más bajo, porque se los considera de una etnia selvícola.
Mojeño
El concepto mojeño, propio de las culturas étnicas, quiere ser posicionado por algunos actores urbanos como
atributo de la identidad beniana, sobre todo en Trinidad. También tiene diversos usos y sentidos, y en torno a
ellos varios actores (vinculados al territorio de las ex misiones jesuíticas) buscan constituir la identidad
beniana como soporte de las autonomías y frente a las otras identidades departamentales. La Prefectura, el
Comité Cívico del Beni y sectores urbanos usan ahora el concepto mojeño, en unos casos para universalizarlo
como un código que abarca todo el Beni, anclado en lo territorial y no en lo étnico; en otros casos, lo reducen
al área de influencia misional que es la región de los llanos de Moxos. Es decir, actualmente existe una
disputa entre actores locales e intelectuales sobre el destino, alcance y aplicación del término identitario
mojeño. Lo cierto es que se propone la reconversión del sentido de lo mojeño de una base étnica a una base
territorial, propuesta que hasta ahora no es motivo de disputa o cuestionamiento por parte de líderes de
origen étnico trinitario.
Lo amazónico, se propone como una identidad trans-departamental, o si se quiere, trans-regional, al igual que
el concepto de camba. El primero tiene como principal centro de emisión a Riberalta y en menor medida
Guayaramerín, y el segundo a Trinidad. Sucede lo mismo con el concepto de mojeño, con la diferencia de que
su horizonte de referencia territorial es sólo el Beni y su centro de emisión discursiva es también Trinidad. Lo
mojeño, en el discurso de líderes políticos e intelectuales de Trinidad, no se sitúa en torno a un origen étnico
sino a una historia milenaria, un pasado al cual se adscriben los portavoces “autonomistas departamentales”:
todos son herederos de la valerosa raza mojeña, un pueblo que lucha y es excluido por el Estado central.
Incluso se reconocen como mojeños excluidos, políticos que han tenido participación activa en puestos del
Estado central y han gozado de sus beneficios. La operación discursiva trata de borrar esos matices étnicos y
apunta a validar que el Estado es excluyente de todo lo regional. En las sociedades locales, los grados de
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adhesión al concepto de lo mojeño varían en proporción directa a su cercanía física con Trinidad.
Pero, entre los indígenas, la idea de lo mojeño conlleva el sentimiento de un pueblo excluido no sólo por el
Estado sino también por los grupos carayanas que gobernaron el departamento. El enfoque étnico hace
referencia, por tanto, a una doble exclusión: del Estado y de las clases regionales urbanas. El pueblo
mojeño, en el sentido étnico, forma parte de los discursos y la simbología de la CPIB (Central de Pueblos
Indígenas del Beni) y la CPEMB (Central de Pueblos Étnicos Mojeños del Beni) en su relación con los
órganos del Estado, los gobiernos municipales, la Prefectura y el Gobierno nacional.
Lo mojeño, desde discursos urbanos de clases medias, se elabora como una identidad regional con sustento
territorial (todo el Beni o sólo la parte de los llanos). Pero, las personas de origen étnico mojeño no se
identifican como tales; sino con las identidades específicas –trinitario, ignaciano, etc.– que son las que usan
para marcar sus diferencias étnicas (Cortez, 2006). Por lo mismo, el uso de lo mojeño como propuesta de
identidad territorial tiene más posibilidades de arraigarse en grupos no étnicos, puesto que étnicamente su uso
se diluye entre la cotidianidad de los trinitarios o los ignacianos, identidades que corresponden a esa gran
familia étnica denominada mojeña en la época de las misiones. Sin embargo, el uso de lo mojeño como
identidad englobadora tiende a ser usado con más fuerza entre líderes de las organizaciones indígenas, entre
intelectuales y promotores aliados, mientras que localmente se es trinitario, se es ignaciano o se es movima.
Conviene recordar que el denominativo Mojos fue introducido por los jesuitas: “no fue originario sino
impuesto” (Cortéz, 2006), es decir, fue una identidad atribuida por los jesuitas para reducir la diversidad de
denominaciones de los grupos locales. En los primeros momentos del emplazamiento reduccional, los
miembros de los grupos locales no usaron el nombre de Mojos para designarse a sí mismos. A medida que
fueron consolidándose las instituciones de las reducciones, (Cabildo, la Iglesia) se fue perfilando una
identidad basada en el nombre de la misión: trinitarios, loretanos, javerianos e ignacianos (Ibid.). El proyecto
reduccional los amalgamó cultural y lingüísticamente, conformando lo que actualmente se conoce como el
pueblo o grupo étnico mojeño contemporáneo (Lehm, 1991, citado en Cortéz, 2006). “Así pues, de alguna
manera, la palabra Mojos para designarlos como pueblo implica una construcción colonial” (Cortéz, 2006).
Ahora bien, el uso del término mojeño tiene una gran ventaja: su sentido es positivo, en ningún momento se le
ha dado un significado despectivo, ni en lo territorial ni en lo étnico, como ocurre con otros términos de
identificación, como lo camba, lo guarayo, lo chama o, incluso, lo carayana. Sin embargo, tiene dificultades
para interpelar a los pobladores de la región de Riberalta y, en menor medida, de Guayaramerín, ciudad
donde hay una predisposición mayor a asumir códigos de la cultura mojeña, o misional, como el folklore, las
tradiciones y el orgullo mojeño (beniano). Esto se explica por la presencia de colectividades cuyos miembros
descienden de ex misiones como San Joaquín, Magdalena, Santa Ana y Exaltación, aunque localmente estos
grupos exaltan los valores culturales ligados a su origen misional específico.
Notas para cerrar
En Beni y Pando, la relación de los actores sociales con la región amazónica tiene dos expresiones o
vertientes: la que remite lo amazónico a la identidad y la que se refiere a la Amazonía como espacio territorial.
El sentimiento de formar parte de la Amazonía como una macro región en la que se emplazan los territorios
departamentales y las sociedades locales es casi unánime. El argumento principal de pertenencia es la
similitud de los paisajes naturales y el acceso a una ecología común. Esto se manifiesta en ciudades tan
distantes como Rurrenabaque, en la frontera con La Paz, y Cobija, en la frontera con Brasil.
En cuanto al reconocimiento o la adhesión a la identidad amazónica, también hay dos vertientes. Por un lado,
están los que se adhieren o expresan el sentimiento de ser amazónicos como un componente central de la
identidad territorial; esta versión está presente en el sistema de actores de Riberalta y Guayaramerín que,
mayoritariamente, se reconocen como amazónicos. Por otro lado, en Cobija, Trinidad, San Borja y
Rurrenabaque, las adhesiones a lo amazónico como identidad territorial son menos visibles. Es más clara la
afinidad con la identidad departamental, beniana o pandina, como el fundamento del territorio que los aglutina.
Por ello, se puede concluir que lo amazónico es una identidad territorial en construcción, es decir, una
identidad en proyecto, con un cierto grado de cuestionamiento a las identidades departamentales y con un
mayor grado de interpelación en el territorio regional que tiene como eje articulador a Riberalta y
Guayaramerín.
Los procesos políticos de construcción de las demandas de autonomías departamentales han dejado como
resultado dos escenarios de identidades territoriales diferentes en Pando y en Beni. En Pando, el sistema de
actores de Cobija se ha concentrado en la identidad pandina como eje del discurso, sin cuestionamientos ni
elementos identitarios alternativos ni nuevas identidades territoriales o complementarias. En cambio en Beni,
en Trinidad han emergido nuevos discursos de las identidades, entre los que se destacan lo beniano, lo
mojeño, lo camba y lo amazónico en menor medida. Al mismo tiempo, desde Riberalta se propone como
proyecto alternativo la constitución de la identidad amazónica, lo que debilita la adhesión amplia a los
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elementos de la identidad mojeña, camba e incluso beniana.
Sin embargo, las discusiones sobre las autonomías y el proceso político del Referéndum sobre las
Autonomías Departamentales han influido en una mayor cohesión social en torno a lo departamental, en un
ensimismamiento territorial que cuestiona a quienes ponen en duda que las realidades departamentales sean
territorios y sociedades ya construidas. Al mismo tiempo, esta cohesión ha limitado la expansión de proyectos
territoriales e identidades más allá de los departamentos, como es el caso de la constitución estatal de la
región amazónica.
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NOTAS
1 Parte de la investigación Identidades territoriales y autonomías en la región amazónica de Bolivia, de
Wilder Molina, Cynthia Vargas y Pablo Soruco, publicada por el PIEB en 2008.
2 Sociólogo y abogado. Reside en Trinidad, donde se desempeña como investigador y docente universitario.
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